jueves, 6 de octubre de 2011

Los Quilmes - Parte I

  Orígenes 

 Vinieron desde la puna chilena unos siete siglos antes de que el conquistador español descubriese su indomable coraje. Tal vez cruzaron la cordillera de los Andes a esa altura para pisar el altiplano argentino y bajar desde ahí a los valles del noroeste del país buscando a la madre tierra que los albergase definitivamente.
 La feroz rebeldía de los Quilmes les había impulsado a huir hacía el sur del Cusco antes que caer bajo el cruel yugo del imperio de los Incas. No se doblegarían a ser los esclavos del Tawantinsuyo, sumergidos en el polvo y las oscuridades de las minas de oro y otros minerales que explotaban los dominadores. Se resistieron incluso a hablar el quechua, el idioma oficial de ese imperio, y adoptaron entonces el kakán, que era la lengua de muchos de los pueblos que encontraron -y con los que convivieron- en la ruta de sus migraciones.
 Es verdad que la salida de los Quilmes de aquel territorio agreste del norte chileno es una hipótesis, porque no existen en realidad fechas ciertas sobre los orígenes del incanato sino sólo leyendas que remontan su nacimiento entre los siglos IX y XI de nuestra era. Lo cierto es que buscaron también mejores condiciones climáticas y tierras más fértiles, un ecosistema, en fin, donde poder asentarse definitivamente y desarrollar su intensa vida espiritual. Es que la vida inhóspita del desierto de Chile los impulsó a seguir buscando ese lugar en el mundo que les perteneciese, cuyo sueño lo transmitían por generaciones. Del otro lado de las altas cumbres, encontraron igualmente a la tierra desolada, seca y rasgada de sed, y debieron seguir bajando con la esperanza sin retorno de hundir un día sus raíces en el suelo de las promisiones. El salitre irremediable de un lado y los salares insoportables del otro lado de las montañas andinas apuraron sus pies hacia el sur. Esa ruta sería después el camino del Inca y del conquistador español, ambos con igual adicción imperial.
 Alrededor del siglo IX el pueblo quilmeño descubrió esa sucesión de valles escondidos, cuyo paisaje irradiaba el más preciado de los tesoros que habían buscado en las leyendas transmitidas de una generación a otra de esta etnia. No era el oro -ni nada más valioso aún- que creyeron encontrar en esas quebradas bañadas de silencio: era la paz sagrada y la quietud que exigía su historia y su gente. Era tiempo del descanso de los guerreros y una ocasión para fundirse con sus mujeres en la multiplicación de su pueblo.
 Pero el sueño de la paz -y de la tierra que se entregaba como una mujer fecunda- pareció evaporarse muy pronto con el fragor de las luchas que le fueron oponiendo los diferentes pueblos nativos de estos valles y montañas que se habían recostado paralelos al macizo cordillerano, entre lo que mucho, mucho, después serían las provincias de Catamarca, Tucumán y Salta. Las comunidades naturales de esta zona, agrupadas en los valles de Yocavil, Tafí, El Cajón y Hualfín, vieron a estos extranjeros como usurpadores de la madre tierra y resistieron con todas sus armas, en guerras sangrientas, la intención de los quilmes de echar raíces a los pies de las colinas calchaquíes. Ni unos ni otros conocían todavía el yugo colonizador del imperialismo incaico y, mucho menos, la voracidad de la conquista española. Debían pasar seiscientos años más para servir al gran poder del Tawantinsuyu y un poco más para sentir el peso de la ocupación conquistadora.
 No fue pacífico, en fin, el asentamiento definitivo de esta nación errante bajo la sombra del cerro Alto del Rey, al norte del valle de Yocavil, un nombre originario que debió ceder con las centurias a la denominación de Santa María. Los siglos, sin embargo, fueron apagando la desconfianza y las guerras que casi todos los pueblos valliserranos sostuvieron con los quilmes hasta hermanarlos en la misma sangre de la gran nación aborigen, cuya única causa -la más urgente también- sería la defensa de sus vidas y sus tierras frente al avance depredador del invasor europeo. Lo cierto fue que su irrupción en el valle del Yocavil -siguiendo esta hipótesis sobre sus orígenes- coincidió con el florecimiento cultural de los pueblos de estos valles del noroeste argentino, cuya marca más importante dejaron justamente los pueblos que abrevaron del río Yocavil, más tarde llamado Santa María. De ahí que el fenómeno cultural de la zona se lo conozca en términos arqueológicos como “cultura santamariana” y al período desde su aparición hasta la finalización con la invasión inca a la región (850 d.C. a 1480) como “período Tardío”. Esta identificación de los ciclos históricos tiene naturalmente como parámetros a los períodos culturales andinos del sur, sobre todo los del altiplano boliviano. Por eso, este ciclo cultural de las culturas regionales de los valles del noroeste argentino está precedido de los períodos “Medio o de las influencias tiahuanacotas” (650 d.C. a 850) y “Temprano o Formativo Surandino” (500 a.C. a 650 d.C.), así como el ciclo que le siguió fue el del período “Imperial o Incaico”.
 El brazo de la historia que parece haberse abierto con más fuerza de la versión conocida de los quilmes es el de Samuel Lafone Quevedo, quien ya en el siglo XIX aseguró que el asentamiento natural de este pueblo fue el valle de Londres, cuyo nombre originario es precisamente Kimivil (escrito con K, como igualmente escribía Kilmes, porque sostenía que la letra Q no pertenecía al idioma nativo), tomado naturalmente de la etnia que pobló primero ese valle y llamando igualmente hasta hoy al río que lo atraviesa.
 Lafone Quevedo descarta incluso que los Quilmes hayan venido desde Chile, como lo señala el historiador y sacerdote jesuita Pedro Lozano, quien en uno de los tomos de su vasta obra historiográfica dice textualmente que “los Quilmes habían venido de hacia la parte de Chile a esta parte de Calchaquí, por no sujetarse a los Peruanos”. “Pero esta razón es simplemente absurda”, desmiente rotundamente Lafone, cuyo convencimiento le sirvió para desafiar así a la interpretación casi unívoca de la historia de los pueblos originarios de Argentina.
 Pero, entonces, ¿de dónde vinieron los Quilmes?¿Por dónde vinieron, si es que vinieron de algún lugar?¿O es que fueron originarios del valle del río Quimivil? Nada, en fin, parece definitivamente cierto en la historia de esta nación aborigen. El mismo Lafone Quevedo señala que “la retirada de los Kilmes y otras naciones del valle de Londres (refiriéndose ya al actual San Fernando del Valle de Catamarca) fue ocasionada por los acontecimientos de los años entre el desastre de Castañeda (1562-63) y la refundación de la ciudad de Londres en 1607”. En ese período, precisamente, fue que Francisco de Aguirre asumió por segunda vez la gobernación del Tucumán y entró “a sangre y fuego” contra los diaguitas y calchaquíes. Según Pedro Lozano, citado por Lafone, que “los que no se sujetaron a Aguirre se retiraban a donde los ecos de nuestra fortuna no les pudiesen asustar”. Siguiendo ese razonamiento, Quevedo se convence que “de Londres, es decir de Kimivil, irían a dar a Yocavil”.
 Teresa Piossek Prebisch recorrió una y otra vez las ruinas que dejó la nación quilmeña a los pies del cerro Alto del Rey y a sus ojos, en cambio, “resulta evidente que los quilmes vivieron allí desde mucho tiempo atrás, desde el 800 de nuestra era según nuestros estudios arqueológicos”. La historiadora tucumana está convencida de que “sólo con una larga permanencia es posible alcanzar el conocimiento profundo de la geografía y de los ciclos climáticos de la región que ellos llegaron a poseer” y que “sólo con una organización impuesta por un sólido principio de autoridad ejercido por un jefe o una clase gobernante puede realizarse y mantenerse la extraordinaria obra comunitaria que fue el complejo habitacional constituido por el centro urbano, pucará o fortaleza, andenes de cultivo, represa y acequias”.
 Lo único cierto es que la alborada de su tiempo en esta tierra tan buscada para acometer una nueva historia, parece “estar rodeada de un aura especial -como enseña Piossek Prebisch- conferida por el misterio de su origen, la asombrosa estructura de su asentamiento, la heroicidad con que reiteradas veces defendieron su tierra y lo trágico de su fin”. El nacimiento, en definitiva, de esa nueva vida “se hunde en la bruma de la historia” y todas las teorías que merodean sus principios “no pasan de ser una conjetura”.

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Bibliografía 

• Piossek Prebisch Teresa: Los Hombres de la Entrada. Historia de la expedición de Diego de Rojas – 1543-1546. Segunda edición de la autora. 1995.
• Piossek Prebisch Teresa: Pedro Bohórquez. El Inca del Tucumán. 1656-1659. Editorial Magna Publicaciones. Cuarta edición 1999. 
• Piossek Prebisch Teresa: Los Quilmes. Legendarios pobladores de los Valles Calchaquíes. Edición de la autora. 2004. 
• Torreblanca, H. de (2003): Relación histórica de Calchaquí, Buenos Aires: Ediciones culturales argentinas. Versión paleográfica, notas y mapas de Teresa Piossek Prebisch. 
• Lafone Quevedo Samuel A.: Las migraciones de los Kilmes. Revista de la Universidad de Buenos Aires. Tomo XLIII, págs. 342 y sgtes., Talleres Gráficos del Ministerio de Agricultura de la Nación, Buenos Aires, 1919. (educ.ar). 
• Turbay Alfredo: Quilmes. Poblado ritual incaico. La Fortaleza-Templo del Valla Calchaquí. Editorial María Sisi. Tercera edición póstuma. 2003. 
• Galeano Eduardo: Las venas abiertas de América Latina.
• Revista Icónicas Antiquitas: Vol. 1, No. 1, 2003 - Universidad del Tolima - Colombia: Espacio y Tiempo de la Cultura de Santa maría – Análisis estructuralista de la iconografía funeraria en la cultura arqueológica de Santa María - Argentina - Los Quilmes del Valle de Yocavil. 
• Tarragó, Myriam N. y Gonzalez, Luis R.: Variabilidad en los modos arquitectónicos incaicos. Un caso de estudio en el valle del Yocavil (noroeste argentino). Chungará (Arica), dic. 2005, vol.37, no.2, p.129-143. ISSN 0717-7356. 
• Russo Cintia: Universidad Nacional de Quilmes – Revista Theomai, número 2 (segundo semestre de 2000). 
• Lorandi Ana María: Los valles calchaquíes revisitados. Universidad Nacional de Buenos Aires. 
• Equipo Nacional de Pastoral Aborigen (Endepa): Junto a los pueblos indígenas II 


(c) Hugo Morales Solá

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 Mi columna en El Corredor Mediterraneo. Revista cultural de Río Cuarto. Córdoba.  https://acrobat.adobe.com/link/review?uri=urn:aaid:scds:U...