miércoles, 22 de agosto de 2012

Poemario: "Permanencia" (A mi padre)


Cimbrea todavía tu partida

en la memoria de los días blancos.

Allí se abrió un océano inabarcable.

Los años fueron llenándolo

de corrientes sigilosas

que me asediaban desde adentro.

Sentía tus palabras calladas

y esperaba el regreso todas las noches.

Me convertí en el predicador de tu presencia.

Podía verte volver caminando tranquilo,

contando tus pasos violáceos,

resucitando hacia la dicha,

Volverías tornasolado de nostalgias,

silbando la melancolía de un acordeón lejano.

Yo quería ser un arroyo diminuto

que fluyera hacia tu cauce torrentoso.

Pero ya eras un río quieto, seco de tiempo.

Tu piel de escarcha me dejó

esta interminable soledad de espinas.

Te esperaba sonámbulo y desconsolado,

mientras una hebra de sangre fría

sellaba aquella atroz despedida.

La llovizna de los años te mojó de olvido,

te tragó con su garganta de tiempo.

Ya no puedo verte desde aquellos ojos blancos.

Tan lejanos, tan pequeños.

Ya no quiero verte.

Ahora me miro y te veo.

Ahora, soy tu río.


(c) Hugo Morales Solá

sábado, 18 de agosto de 2012

Poemario: "América, ¿dónde te has ido?"


El largo beso del sol horada la tierra reseca,
agrieta su sed.
Los océanos se agazapan, 
bullen en el invernáculo global.
Polos y glaciares se desangran. Los mares se sublevan.
Tú y yo miramos como si no fuéramos. 

La nieve petrifica el Amazonas
y la jungla se levanta impune
en el Ártico como en el Antártico.
Sobre el acantilado de sombras
han subido las aguas de Kamchatka,
han llegado a crear el mar de los Andes.
Una colosal pampa de agua salobre
ondula con las últimas corrientes marinas.

Los océanos se han fundido
y habito solo en la isla patagónica.
Remo sobre el vuelo de los cóndores
y los delfines danzan sobre las coronas
desheladas del Aconcagua.

Los hombres son peces desterrados.
Han vuelto al agua, a los orígenes de la pulsión vital.
Pero no habrá otro bing bang, ni otro soplo de vida.
El universo es una flecha rota, sin rumbo y sin conciencia.
Aroma de asfalto y un paisaje de alelíes
penetran por la ventana del recuerdo de mi casa.
Sólo veo chozas flotando y un cardumen de hombres
que respira por sus branquias.

Ya no están mis amigos de pulmones rosados,
ni el sanguinolento plumaje de los flamencos de Atacama.
Las mujeres desovan en las gargantas del mar
y sus pechos turgentes son dos lágrimas blancas
que se hunden en el vacío.

Me dejo llevar por las olas
y floto sobre la corriente del Mato Grosso.
El Amazonas desagua desde abajo del océano
y su selva y sus pantanales son junglas de algas.
Un colibrí liba su flor debajo de las aguas,
sacude sus alas invisibles hasta morir
y busca en el cielo al sol callado.
Hay un silencio de peces en la algaba,
donde antes gobernaba el griterío de mil voces.
América, me digo, está perdida, sumergida
por el caldero planetario, por la estatura de los mares.

Navego a tientas, como un marinero desbrujulado.
Siento tus pasos detrás de mí y huelo todavía
aroma de azahares submarinos.
Me pregunto: ¿qué será del planeta sin América?
Miro el perpetuo rojizo del cielo:
es el atardecer de un día que no oscurece nunca
y recuerdo la luna en este inmenso cráter de ausencia.
¿Y las mareas? ¿quién agitará las aguas y
quién traerá las ballenas y orientará a las gaviotas
en la quietud de este universal estanque?

Miro más allá, hacia lo que fue el norte.
No aparece el cuello continental.
¿Dónde quedó ese diminuto canal
que unía jactanciosamente los océanos?
¿Dónde quedó el omnímodo poder de los americanos?
Todavía ondean en las olas
los restos de las ciudades del miedo y el desprecio
sobre las que se levantó el dominio de los poderosos.

Tú estás aquí, a mi lado,
como cuando nos amábamos en tierra firme,
entre las penumbras de las sábanas
y podíamos disfrutar de aquellos pasos inseparables
y la mirada tierna de los hijos, mientras el cerro
se derramaba sobre nuestras espaldas.

Se acerca una playa. ¿Será la última?
No hay arenas ni bosques ni montañas.
El mar se cuela entre la urbe que rasguñan las olas.
De pie, majestuosa, se siente el ojo del mundo.
Allí se refugian los que infectaron los cielos y la tierra,
los que encapsularon de gas al planeta y derritieron
los glaciares como un hielo en el whisky.
Borrachos de poder, se olvidaron de la muerte.
Nosotros estamos muertos. Ellos están vivos. Todavía.  

(c) Hugo Morales Solá

jueves, 2 de agosto de 2012

Microrrelato: "Sueño"

Dio vueltas sobre sí mismo, se ovilló, levantó la pierna derecha y lamió una y otra vez sus genitales, como si fuera un ritual higiénico antes de dormir. Luego repasó los bigotes con su larga lengua y cerró los ojos. Ahora soñará que es un perro.


(c) Hugo Morales Solá

 Mi columna en El Corredor Mediterraneo. Revista cultural de Río Cuarto. Córdoba.  https://acrobat.adobe.com/link/review?uri=urn:aaid:scds:U...