Los Quilmes - Parte III
La espiritualidad
Apenas despuntó entre las cumbres calchaquíes del oeste del valle, el sol se sorprendió con el rito que oficiaba el sacerdote mayor de los quilmes. Un pozo más o menos pequeño había herido la tierra sagrada a un costado de las grandes rocas que se levantan como altares naturales, justo en la mitad del pecho del cerro del Alto, el lugar más venerado de sus ceremonias religiosas. El hechicero se arrodilló lentamente sobre el agujero de la tierra y abrió un saco de piel de guanaco. Detrás de él, los hombres y mujeres que lo acompañaban por varias decenas obedecieron igualmente el gesto de reverencia del mediador con los dioses, mientras cantaban a media voz una copla ritual al ritmo monocorde de una caja circular de cuero. El viento de los primeros días de agosto empezaba a entibiarse con el aliento cálido de El Zonda cordillerano y alegraba hasta el lamento hueco de las quenas que se elevaba al sol como una plegaria. Sacó primero unas vasijas repletas de gran…
Apenas despuntó entre las cumbres calchaquíes del oeste del valle, el sol se sorprendió con el rito que oficiaba el sacerdote mayor de los quilmes. Un pozo más o menos pequeño había herido la tierra sagrada a un costado de las grandes rocas que se levantan como altares naturales, justo en la mitad del pecho del cerro del Alto, el lugar más venerado de sus ceremonias religiosas. El hechicero se arrodilló lentamente sobre el agujero de la tierra y abrió un saco de piel de guanaco. Detrás de él, los hombres y mujeres que lo acompañaban por varias decenas obedecieron igualmente el gesto de reverencia del mediador con los dioses, mientras cantaban a media voz una copla ritual al ritmo monocorde de una caja circular de cuero. El viento de los primeros días de agosto empezaba a entibiarse con el aliento cálido de El Zonda cordillerano y alegraba hasta el lamento hueco de las quenas que se elevaba al sol como una plegaria. Sacó primero unas vasijas repletas de gran…