Diez días faltaban para el fin del mundo. El primer día, se resignó. El segundo, se rebeló y el tercero decidió no ser antes de la consumación de los tiempos. Volvió atrás: fue un joven, un adolescente, y en el cuarto día un niño. Al día siguiente ingresó al vientre materno. Al sexto día, llegó al embrión, luego a la semilla. Sintió su cola vibrar, pero seguía siendo. Era el séptimo día. En el octavo ya era testosterona y al noveno día se perdió en la sangre del padre sin conciencia de su ser. Esperará una más humana humanidad.
(C) Hugo Morales Solá