Cuando se trata de los temas de espiritualidad, de religión y la fe, sobre todo de los católicos, aparecen otra vez tan patentemente los profundos vacíos y deficiencias del periodismo. Que el mundo se asombre del estilo del Papa Francisco se puede comprender fácilmente, pero que los periodistas argentinos y sobre todo porteños se muestren igualmente asombrados por la personalidad de Jorge Bergoglio y vean ahora una transformación sorprendente no sólo de su estilo de ministerio sino incluso de su modo de ser y aun de su ánimo, refleja, por lo menos, indiferencia de la prensa. Dicen que era callado y de un andar melancólico y se preguntan dónde tenía guardada tanta energía y esa mirada tan ajustada a nuestro tiempo. Evidentemente no lo conocen, a pesar de haber convivido tantos años entre ellos. Sólo miraron sus homilías tantas veces crispadas no sólo para marcar errores del gobierno nacional sino para ser más duro todavía con la propia sociedad porteña. Pero al parecer nunca lo vieron trabajar en las villas de emergencias y en las comunidades marginales, donde sí pueden dar testimonio sus discípulos, sacerdotes y laicos, que lo acompañaron en esa tarea pastoral profunda y silenciosa, alegre y enérgica.
(c) Hugo Morales Solá
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