miércoles, 3 de agosto de 2011

La Pachamama: diosa de los Andes - Parte I

El culto a la madre tierra es el culto al universo







Todo el espinazo andino de América del Sur está sembrado de apachetas y pequeños pozos rituales para rendir tributo a la Pachamama. El culto a la Madre Tierra es parte de todas las culturas nativas de este continente desde tiempos inmemoriales, más allá de sus diferencias en la cosmovisión del mundo y de la existencia, por encima de sus identidades étnicas y por arriba incluso de sus creencias particulares y del poder de cada nación originaria. La Pachamama, en efecto, es la divinidad mayor en toda esta región y parece haber formado parte de la naturaleza misma del ser más esencial de los pueblos que habitaron la cordillera de los Andes sudamericana. Nació tal vez con la constitución de cada uno de ellos, porque la tierra en definitiva era el elemento constitutivo de su existencia y de su identidad, así en lo individual como en lo colectivo. A la Madre Tierra le debieron -y le deben- todo: la vida y la subsistencia, esto es, la vida propia y la de los demás, y la de los animales y vegetales que servían para el alimento. Era también el territorio que habitaban, el medio ambiente que esculpió su personalidad y grabó los pliegues más profundos de su cultura. Era también las montañas y los valles que los protegían, los abrigaban y los cerros que también adoraron, así como los dioses de piedra que dormían desde siempre en sus laderas y los metales comunes y preciosos que yacían en sus entrañas para transformarlos en instrumentos útiles para la convivencia cotidiana y para la guerra, así como para ostentar toda la pompa del poder de los reyes. La tierra proveía igualmente el agua imprescindible para seguir vivos y era, en suma, el gran útero de la naturaleza que todo lo contiene y todo lo sostiene, incluso -sobre todo- la vida de los hombres. En definitiva, era el ser vivo omnipresente que sacralizaron desde sus orígenes. Por eso, el culto a la Pachamama se extiende naturalmente a todo el planeta y a toda la naturaleza. Mejor aún: ella es el universo inexplicable e inabordable en toda su dimensión.
Tal vez este culto fue -y es- el elemento religioso que igualó y, más aún, hermanó a los pueblos originarios de esta región continental. No sólo eso: también creo sobre ellos una de las conciencias más importante que se haya conocido sobre el respeto y la defensa del medio ambiente, porque es él mismo el objeto de su veneración y agradecimiento por todo lo que les dio y sigue dando. En otras palabras: cualquier atentado en contra suyo significaría claramente un acto de ingratitud, pero a la vez una manifestación indudable de insensatez: no se puede atacar al ser que precisamente provee de todo lo necesario para vivir y convivir.

Las ofrendas y oraciones

Eric Boman enumera, según la cita del libro "Ritual de la Pachamama, el 1° de agosto" de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy, los momentos de la vida del hombre andino en que hace ofrendas y oraciones a la Pachamama: en la siembra, para obtener una buena cosecha, en la caza para tener muchas piezas, en el hilado de lana para que el hilo no se corte y el trabajo vaya rápido, en los viajes, para evitar peligros y enfermedades, en la matanza de animales domésticos para su alimentación, para hacer “volver el espíritu” de una persona que ha sido asustada, para evitar la dispersión y pérdida del ganado cuando pasta en los cerros, antes de beber bebidas alcohólicas, al coquear. O sea: se trata de una presencia permanente de la Pachamama en la vida espiritual y material de los nativos de América. Cada acto cotidiano, cada momento común de todos los días, así como los emprendimientos importantes y, por supuesto, en las ceremonias religiosas especiales la Pachamama preside siempre la vida individual, familiar y social de estos pueblos.
Es, en verdad, un culto sin memoria, porque no hay ninguna certeza sobre sus orígenes. Pero es lógico que así sea o, en todo caso, la Pachamama es tan antigua como el mismo universo, si es en definitiva la misma realidad. Precisemos más el concepto: ella es tan antigua como la existencia del hombre en América, que es quien instituyó este credo. Lo que sí parece claro es que se trata de una veneración a un ser sagrado femenino, como es la Madre Tierra, encarnado siempre en las formas de mujer, aunque las culturas andinas no fueran, en general, de estirpe matriarcal.

Inti por la Pachamama

Pero el período incaico parece haber desplazado la preeminencia de la Pachamama en la cumbre de la pirámide de las creencias de los pueblos andinos. Durante el imperio de los incas, en efecto, se impuso la adoración a Inti, el dios Sol, como la mayor divinidad de su panteón religioso, y a la Pachamama se la aceptó y respetó entre las creencias de los pueblos dominados, pero siempre por debajo del culto al astro mayor del firmamento. Según Huamán Luis Alberto Reyes, "en tiempos de los incas el centro divino cambió trasladándose al Sol, y el culto a la Pachamama fue oscurecido y desplazado por Inti y Quilla, por Viracocha y los Hijos del Sol". En su tesis doctoral, Reyes señala que "la religión antigua, dirigida a la Tierra, sobrevivió en la veneración popular a las huacas, que eran las expresiones locales de lo sagrado. Los incas admitían esta supervivencia, controlada por ellos desde el Cuzco, porque las raíces duales del pensamiento andino admitían siempre la contraparte: lo alto y masculino podía tener su contraparte baja y femenina. La admitían también porque el culto oficial del Sol tenía un sentido elitista. Correspondía propiamente a los hijos de Inti, no a los simples hombres del pueblo".
Estaba claro que se había impuesto no sólo un culto a un dios masculino, sino además que se imponía la cultura dominante de rasgos fuertemente machistas, una de cuyas características era divinizar la humanidad de sus emperadores después de muertos. Tal vez por eso el espíritu inca no podía rendir tributo a una dios femenino, porque el lugar de la mujer estaba siempre por abajo del hombre. Por eso Huamán Reyes sostiene que "cuando Pizarro mata a Atahualpa, cuando el Sol es derrotado por el Dios de la Biblia, se produce un curioso fenómeno. Por un lado, Inti es reemplazado con relativa facilidad por el Dios cristiano, que también es varón y tiene su dominio en los cielos. Pero no declinan junto con el Sol las antiguas divinidades locales sino que, por el contrario, ellas recuperan su preeminencia".
Entonces, ¿la Pachamama recuperó su lugar de privilegio en el altar de las creencias indígenas después de la caída del imperio de los incas y de la irrupción del conquistador español en estas tierras? Absolutamente, porque ella era anterior y natural al espíritu religioso de los pueblos dominados, cuyo arraigo inmemorial fue desde luego mucho más profundo y firme que el culto que impuso el incario, si bien tampoco desapareció Inti de las aras rituales de América del Sur. El tiempo, la historia, la evolución de las sociedades nativas y su mixtura con las colonias conquistadoras fue mezclando, en definitiva, la suma de estas creencias milenarias de Sudamérica con las devociones que recién llegaban del otro lado de los océanos, cuya transformación, con el impulso de los siglos, moldeó perfectos sincretismos religiosos donde se fundió el culto de la Pachamama e Inti con la fe en el Dios de los cristianos y la veneración de la Virgen María y los santos católicos en un solo altar de piedra que sirvió para que los aborígenes manifestasen un espíritu religioso singular y único, incomparable con otras fervores místicos.
"Pacha" es tierra -por extensión, universo- y "mama" es madre en las lenguas americanas. La madre es quien da la vida y la sostiene. A ella hay que honrarla y agradecerle todo lo que de ella se recibe. Se le debe entonces respeto y cuidado, como a todo ser con vida, con el mismo desvelo que se atiende a un hijo, porque la Madre Tierra, en realidad, es quien primero cuida de la existencia de la humanidad. La religión de la Pachamama es auténticamente un vínculo de afectos de la madre a los hijos, cuya naturaleza pudo fusionarse fácilmente con el cristianismo porque precisamente no contradijo sus dogmas. Resulta válido concluir, entonces, que el culto a la Madre Tierra es un camino legítimo para el conocimiento de Dios desde una cosmovisión auténticamente indigenista, que incluso en muchos aspectos se presenta compatible con las enseñanzas de la religión católica. De ahí que la Iglesia respete esta creencia y acepte su mixtura con los valores esenciales del cristianismo.

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* La foto pertenece a Jorge Luis Campos - Buenos Aires - Argentina

(c) Hugo Morales Solá

3 comentarios:

Loly dijo...

Excelente!!!!Con qué claridad se puede sintetizar, explicar y asociar el culto a la Pachamama con las creencias religiosas actuales.Felicitaciones!!!!!

Ruth Vega Puñal dijo...

Una mirada unificadora la suya estimado compatriota..... como no estar cerca a Dios si nuestros ancestros habitabn quellas alturas testimonio de ello Machupicchu.. Pisaq... pero la religion catolica fue impuesta a la fuerza con sangre fue la valentia y la astucia de aquellos hombres que permitieron mantener dentro de nosotros hasta hoy el respeto por la naturaleza.
...

Ruth Vega Puñal dijo...

Una mirada unificadora la suya mi querido compatriota.... Excelente

 Mi columna en El Corredor Mediterraneo. Revista cultural de Río Cuarto. Córdoba.  https://acrobat.adobe.com/link/review?uri=urn:aaid:scds:U...