La víspera de su partida intentó suicidarse, pero los sueños de una familia y un hogar fueron más fuertes. Cruzó el río fronterizo en un bote fantasma y se fue detrás de esas ilusiones que esperaban en la gran ciudad. Quería llegar a cualquier precio, aunque fuera como inmigrante ilegal. Apenas llegó a la capital del país vecino, los traficantes de personas lo deglutieron para explotarlo sin retorno. Esclavizado y sin sueños, sintió otra vez el descenso al infierno. Estaba de nuevo en el principio, a orillas del Aqueronte, y se tragó un balazo que le estalló en la nuca.
© Hugo Morales Solá
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