Quiero
ver a Narciso
Pero
no tengo agua,
ni
siquiera un espejo.
Quiero
ver a Narciso
Y
sólo tengo una pantalla,
un
mar deletéreo, que es sin ser.
Me
miro en él y no me miro.
Miro
millones de Narcisos.
Como
una cueva de murciélagos,
la noche
los libera
y
aletean a tientas su ignorancia.
Otros,
se alzan con su dorada sabiduría.
Adulan,
critican, agreden, ofenden,
rezan,
cultivan la intolerancia, ayudan,
se
aman, se lastiman, se perdonan.
Son
amigos hasta que se eliminan.
Son
hombres.
Menos
sabios que los murciélagos,
más
sabios que los hombres.
Miro
la pantalla.
Me
miro en el mar sin agua.
Soy
un pajarito. Soy libro. Soy cara.
Soy
caralibro.
Qué
veo en este mar de Narcisos.
Agua
de miserias, tempestades de soberbia,
deidades
sin dios, fraternidades inconsistentes,
voluntarismos
de terciopelo
que
tienen la fugacidad del vacío
y
sombras narcotizadas de vanidad.
¿Qué
diremos a los cielos?
¿Que
la nube llora lágrimas de vaciedad?
© Hugo Morales Solá
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